sábado, 4 de abril de 2009

En garde!




... Las gotas de lluvia que caían con insistencia sobre su cuerpo no conseguían apagar el calor que ardía en su interior. Era imposible que alguien le hubiese derrotado y, aún así, ahí estaba, tirado como un muñeco sobre aquella tierra mojada con la sangre escapando de sus heridas. Tenía los dedos entumecidos, pero aún podía notar el barro que comenzaba a formarse bajo sus manos y sus ojos todavía podían ver los zapatos desgastados que le habían pateado hasta dejarlo en ese estado. Era buena señal. Aquello significaba que todavía no estaba muerto. Aquello significaba que todavía podía luchar.

Comenzó a reunir todo ápice de fuerza que consiguió encontrar en su cuerpo y se esforzó como nunca se había esforzado por nada en ordenar a sus brazos que se afianzasen, que lo levantasen de aquella comprometida posición. Despegó su rostro del suelo y el aire que acarició su cara en ese momento consiguió que fuese consciente de todas las heridas que le habían sido causadas por la estupidez que cometió. Por ese error que no se iba a volver a repetir.

Su agresor se acercó corriendo con una agilidad que parecía sobrehumana. Su rostro estaba descompuesto por la extrañeza. No entendía cómo aquella criatura podía estar levantándose tras aquella horrible paliza, así que resolvió terminar con aquel asunto cuanto antes. Cogió a su víctima del cuello de la camisa, y terminó de levantarlo hasta que sus ojos quedaron a la misma altura. Pero había algo que no encajaba... algo absolutamente imposible que lo llenó de un miedo incontrolable. Bajo toda la sangre que cubría aquel rostro, ¡ese humano se estaba riendo! Y entre todas aquellas carcajadas, logró distinguir la que fue la última frase que oyó en su vida.

- ... Ahora me toca a mí.




E'

1 comentario:

  1. Bueno, muy bueno, y sobre todo con mucha tensión. Me gusta :).

    Podías continuarlo, ;).

    (Por cierto, estoy acabando el III de CHF y me estoy quedando alucinada:P).

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